Don erre que erre

Comedia amable dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, en una época especialmente prolífica de su carrera (en ese año presentaría tres películas). Todo gira en torno a la cabezonería de Rodrigo Quesada, personaje interpretado eficazmente (como todos los que hizo) por ese grandísimo aragonés, Paco Martínez Soria, secundado por un buen grupo de secundarios de lujo, como Pepe Sacristán, Manolo Alexandre o Alfonso del Real, creando un conjunto intrascendente, pero agradable de ver sin duda, en una época un tanto oscura dentro de la historia del cine español, en el que se empezaba a vislumbrar ese horror estético que sería el destape. De todas maneras, no deja de ser interesante de vez en cuando revisitar alguna de estas peliculitas de don Paco, que nos alejan un par de horas de las miserias de la vida.

Don Rodrigo (Martínez Soria) es un personaje antológico. Un auténtico filón de oro al que se le podría haber sacado un partido infinito. Este sí que da para hacer una saga interminable como la del James Bond (y tirando por bajo). Y es que se disfruta cosa mala con cada rebote que pilla el amigo; sus gestos, sus palabras y sobre todo sus dos cojones bien puestos. Nadie, por muy grande que sea, le tose en la cara al minúsculo caballero. -Ningún asunto es más importante que el mio; yo no lucho por las 257 pesetas, lucho por la razón, lucho por toda la humanidad- decía con la vena del cuello hinchada. Y qué razón; si todos tuviéramos la mitad de esas agallas hoy los bancos no nos torean como lo están haciendo.

Película divertidísima. Y mucho más inteligente de lo que parece a priori. Es una película mejor realizada que otras en las que intervino y resulta una comedia querible, por momentos brillante, siempre digna y con momentos absolutamente antológicos.