El ángel desnudo

El tercer clásico de Christensen, y uno de sus mayores éxito, según dicen lo fue gracias a una atrevida campaña publicitaria donde se daba a entender que Olga Zubarry aparecía desnuda, la gente morbosa y pajera fue a ver qué tanto mostraban, supongo que deben haber terminado muy decepcionados de solo ver la espalda, pero bueno quien los mandó a confiarse de algo sabiendo lo imposible que era ver más que eso en la época.

Ahora volviendo a la película en sí, lo que cuenta da para tan poco que casi toda la historia es relleno hasta saber qué decisión va a tomar Elsa, la cuál por el título y el comienzo de la película ya se sabe, por lo que también es predecible, así que todo el coqueteo con el noir y el suspenso es inútil.

Lo mejor: Chritensen despega toda su habilidad plástica, visual, la galería de Guillermo es una cosa impresionante, hipnótica, ese entorno de pesadilla que le da a la historia. Olga Zubarry, si bien la primera opción era Mirtha Lengrand y bueno ya se sabe toda esa historia, ella está perfecta, todo lo que transmite con a través de su mirada de cordero, esos ojazos tan expresivos para mostrar esa inocencia que todos de una u otra manera quieren corromper. Es un gran cambio también en su estilo, acá ya convertida en una estrella la hacen moverse y hablar diferente, su tono de voz era más grueso, acá es suave para remarcar más su fragilidad. Guillermo Battaglia, en realidad sale mucho menos de lo que podría pensarse, pero este es uno de sus villanos más recordados si no el que más. Le sale perfecto el personaje de un tipo resentido, con un amor frustrado, un ser lascivo y cínico, aunque lleno de melancolía.

Lo peor: Los diálogos son pésimos, de un acartonamiento insoportable. Le restan un montón a hacer creíble la historia, encima para peor hablan en neutro. Parece que en vez de preocuparse por la actuación de los interpretes lo hacen por su dicción, que si es perfecta pero también eso le quita naturalidad, todos parecen estar recitando en vez de hablando. Por eso la película gana cuando se centra en las miradas y no en las palabras.