La visita que no tocó el timbre

Curioso precedente de la comedia francesa «Tres solteros y un biberón» y su remake estadounidense, acerca de dos hombres (en esta versión hermanos solterones), que un buen día, reciben una inesperada sorpresa. Un bebé recién nacido en el rellano de su puerta. Primero quieren quitarse el marrón de encima, pero la idea de que ese niño acabe en la inclusa, les estremecerá y hará que cambien de opinión. Deciden apechugar.

Adaptada de una obra de Joaquín Calvo Sotelo, la trama tiene un tono teatral, eso sí, estupendamente sostenido por Alberto Closas y Jose Luis López Vázquez, que siempre han tenido muy buena química, pero lo que empieza como comedia, con la dirección de Mario Camus, se va decantando más a un retrato de costumbres. Un retrato que produce tristeza, por el patetismo en el que se mueven sus personajes. Y es que, aunque estamos en 1965 y se respiraban aires de apertura, los personajes (también los secundarios), transmiten un sinsentido y una soledad existencial enormes.

Sorprende gratamente el trato del argumento. En absoluto entra en ternuras lacrimógenas, respeta totalmente su idea de guión desenfadado. Pero eso sí, todos los personajes y situaciones, están extraídos desde la sinceridad, aunque la segunda parte del film, pierde interés. Tal vez se eche en falta algo más de guión, pero las historias de la vida son así, siempre se echa en falta algo.